Digamos que como dice una canción "el primer polvo no cuenta" y es que ya han sido varias primeras veces que no fluye la energía y el "primer polvo" resulta ser un poco menos de lo que la imaginación puede crear. Pero luego viene la reivindicación y ahí estalla la mente porque simplemente se exterioriza cualquier deseo y se da rienda suelta a la represión de la pasión que por diferentes motivos no se habían podido soltar. El pudor no existe y sólo quedan los suspiros carcomidos por los gemidos atorados porque hay que dejar el exorcismo sensual para el momento cumbre de la acción.
Y vienen la segunda vez, la tercera, la cuarta y la adicción. Ya no se puede pensar en más. Ya es un delirio y la espera. Algo así como una ansiedad del momento. Y empiezan a pesar las ideas. Pensar cómo será la próxima. Qué pasará después. Que juego vendrá y que sensaciones existirán. Y es que hay sensaciones que nacen como nunca. Nervios, torpeza y un hambre voraz de cuerpo, de su cuerpo. Y teniéndolo en frente empieza un viaje para idealizar los momentos y las acciones.
Por ejemplo yo lo veo a usted tan desinteresado encima de su cama, leyendo algo como si lo que está al rededor no importara, cómo si usted no sintiera el calor y el susurro que sale de mi cuerpo mientras usted tan callado ignora lo que pasa. Pero se que lo siente. Se que siente la vibración de mis piernas y como me tiemblan los labios. Estos que muerdo por controlar las ganas. Estos que muerde cuando cae bajo el calor de mis caricias. Y lo observo y aún no se percata de lo que imagino. Imagino que yo estando en sus piernas lo acaricio. Lo tomo por la cintura y suavemente lo beso, sutilmente me lo como a besos. Y le beso el cuello que huele a miel, a madera, a perdición. Y usted me toma, pero yo me esquivo. Me evado de sus abrazos porque voy directo por ancho camino a su placer. Sin que se lo espere le levanto la camisa, le palpo los poros y le hago estremecer la piel. Imagino mientras usted lee con sus gafas de Hector Lavoe que le desapunto el pantalón y que mis manos empiezan a jugar con sus líneas hasta que me llevan al final del camino donde aprieto mis labios y me inmerso en el juego de la saliva. Allí, en tierras bajas saboreo sus colores, sus olores. Allí empieza para mi el placer. Lo veo con sus pupilas dilatadas delatando mucho más de lo que dice. Lo veo estremecerse. Le veo sus manos agarradas a cualquier objeto que lo mantenga pegado a la realidad para no dejarse llevar a otro mundo pero de repente lo veo sujetándome a mi y sé que se dejó llevar hasta el fin. Le escucho su respiración y sus gemidos suaves y frenados. A usted no le gusta hacer ruido. Lo veo mordiéndose los labios, los que yo misma muerdo cuando me dejo llevar y que me involucran en este inicio sensual. Lo veo volverse loco y escucho que me dice "me quiero volver loco" y me toma de los brazos y me hala hacía su boca. Me toma con fuerza de la cadera y cambiamos de papel. Y suspiro y lo observo nuevamente. Yo en un infierno al que me lleva la imaginación y usted sigue leyendo como si no supiera que por dentro me quemo. Me mira y sabe que no estoy en este planeta, que me perdí de la realidad de esa noche y me pregunta qué pienso y yo solo digo "Nada" y por dentro pienso que más vale un impulso pero que no es el momento. Que habrá que esperar que depara el deseo y que cuando lo tenga nuevamente cerca a mi en mis pies leyendo otro libro ahí sabrá que pensaba aquel día que me moría por hacerle el amor a su alma.