jueves, 25 de diciembre de 2014

la imaginación carga mucho deseo

Digamos que como dice una canción "el primer polvo no cuenta" y es que ya han sido varias primeras veces que no fluye la energía y el "primer polvo" resulta ser un poco menos de lo que la imaginación puede crear. Pero luego viene la reivindicación y ahí estalla la mente porque simplemente se exterioriza cualquier deseo y se da rienda suelta a la represión de la pasión que por diferentes motivos no se habían podido soltar. El pudor no existe y sólo quedan los suspiros carcomidos por los gemidos atorados porque hay que dejar el exorcismo sensual para el momento cumbre de la acción. 
Y vienen la segunda vez, la tercera, la cuarta y la adicción. Ya no se puede pensar en más. Ya es un delirio y la espera. Algo así como una ansiedad del momento. Y empiezan a pesar las ideas. Pensar cómo será la próxima. Qué pasará después. Que juego vendrá y que sensaciones existirán. Y es que hay sensaciones que nacen como nunca. Nervios, torpeza y un hambre voraz de cuerpo, de su cuerpo. Y teniéndolo en frente empieza un viaje para idealizar los momentos y las acciones. 
Por ejemplo yo lo veo a usted tan desinteresado encima de su cama, leyendo algo como si lo que está al rededor no importara, cómo si usted no sintiera el calor y el susurro que sale de mi cuerpo mientras usted tan callado ignora lo que pasa. Pero se que lo siente. Se que siente la vibración de mis piernas y como me tiemblan los labios. Estos que muerdo por controlar las ganas. Estos que muerde cuando cae bajo el calor de mis caricias. Y lo observo y aún no se percata de lo que imagino. Imagino que yo estando en sus piernas lo acaricio. Lo tomo por la cintura y suavemente lo beso, sutilmente me lo como a besos. Y le beso el cuello que huele a miel, a madera, a perdición. Y usted me toma, pero yo me esquivo. Me evado de sus abrazos porque voy directo por ancho camino a su placer. Sin que se lo espere le levanto la camisa, le palpo los poros y le hago estremecer la piel. Imagino mientras usted lee con sus gafas de Hector Lavoe que le desapunto el pantalón y que mis manos empiezan a jugar con sus líneas hasta que me llevan al final del camino donde aprieto mis labios y me inmerso en el juego de la saliva. Allí, en tierras bajas saboreo sus colores, sus olores. Allí empieza para mi el placer. Lo veo con sus pupilas dilatadas delatando mucho más de lo que dice. Lo veo estremecerse. Le veo sus manos agarradas a cualquier objeto que lo mantenga pegado a la realidad para no dejarse llevar a otro mundo pero de repente lo veo sujetándome a mi y sé que se dejó llevar hasta el fin. Le escucho su respiración y sus gemidos suaves y frenados. A usted no le gusta hacer ruido. Lo veo mordiéndose los labios, los que yo misma muerdo cuando me dejo llevar y que me involucran en este inicio sensual. Lo veo volverse loco y escucho que me dice "me quiero volver loco" y me toma de los brazos y me hala hacía su boca. Me toma con fuerza de la cadera y cambiamos de papel. Y suspiro y lo observo nuevamente. Yo en un infierno al que me lleva la imaginación y usted sigue leyendo como si no supiera que por dentro me quemo. Me mira y sabe que no estoy en este planeta, que me perdí de la realidad de esa noche y me pregunta qué pienso y yo solo digo "Nada" y por dentro pienso que más vale un impulso pero que no es el momento. Que habrá que esperar que depara el deseo y que cuando lo tenga nuevamente cerca a mi en mis pies leyendo otro libro ahí sabrá que pensaba aquel día que me moría por hacerle el amor a su alma. 

Un misterio que me persigue. Un Karma con sus características

Y vuelven mis suspiros exhalando su aroma que aún recuerdo con precisión.
a veces la vida nos pone pruebas para que comprendamos los errores que cometimos y nos da una nueva oportunidad. O a veces simplemente el mundo confabula para que las cosas se vuelvan a repetir de diferente manera y así aprender.
Últimamente la vida me ha puesto en situaciones conflictivas y confusas. Me lo ha puesto a usted de diferentes formas. Es como si tratara de decirme que hubo algo que no vi y que tengo que verlo ahora, o simplemente trata de mostrarme cómo no puedo volver a caer en ciertas trampas. Pero es que lo peligroso es lo más atractivo y esta vez el peligro tiene una mirada que cautiva, que brilla y da luz. Es del color que nunca pude descifrar, es del color que más me gusta. Tiene el olor que penetra hasta los huesos y se queda allí, en la punta de la nariz, por horas. Esta vez tiene mi mayor prejuicio y un nombre que significa Karma. El peligro para mi no es la forma en que se representa sino en lo eficaz para hacer efecto. Es un veneno que me envicia de a poco. Es una necesidad y una ambición. Es simplemente un paralelo de lo que fue un tiempo que amé.
A veces no se si es que usted está allí, o simplemente soy yo la que lo colocó dentro. Es sólo para intentar darle una explicación a este tipo de juegos en los que se apuesta al todo o la nada. A veces se me olvida lo vivido y me quiero sumergir rápidamente allí donde habita para consumirme todo, como siempre, y saciarme. Pero es ahí, cuando suena una canción de ese grupo que canta en inglés que tanto sabe usted que nos gusta, que me freno. Que pienso que es una trampa, que debo parar. Es como si la canción anunciara, como en el apocalipsis con las trompetas, que avanza el peligro con todas sus causas. Y lo recuerdo todo. Las noches que lloré, los días que no soportaba, lo que lo quice y me palpitan las lágrimas y me repito que no puede suceder de nuevo y me alejo. Y vueve por mi la desgraciada tentación y yo sólo sonrío, me sonrojo y dejo que me abrace la trampa. Porque bien sabe usted que soy muy fácil de rendir. Que parezco fuerte pero que no lo soy. Que un abrazo, una sonrisa y un beso me vulneran. Y es que esta vez el Karma tiene todas las armas y yo ando desnuda, porque mi defensa la rompió mi color favorito en los ojos de el. Esos ojos en los que no está usted pero que como un puente me conecta con su recuerdo

lunes, 11 de agosto de 2014

Siempre me quedará ♪

Y así llegó la verdad. Como una gota de agua helada resbalando por la espalda tibia... Asustando, estremeciendo todo lo que estaba a mi alrededor. Un mundo que no tenia piso y que se hundía como se espera en un temblor. Un mundo que quedaba pálido ante tal derrumbe interior.
Pensé que para cuando llegara este momento yo estaría preparada. Que solo sería un vacío en el estómago y que se pasaría como si nada. Pensé que para este momento yo ya no sería la misma. Pero no estuve preparada y sigo siendo la misma. La que siente, la que espera, la que estúpidamente anhela. Y no fue un vacío en el estómago. fue una procesión aquí adentro.
Muchos sentimientos encontrados en la punta de mi cabello que no sabía como atar puesto que mis manos temblaban porque se les escapaba el calor de un cuerpo. Cuerpo que reconocían. cuerpo que tenían marcado.
Sentí alivio por saber que ya no prolongaría más este cariño atroz. Dolor. Porque morían los colores que me habían nacido en las neuronas. Angustia porque perdía lo que tanto busqué y que al final encontré. Miedo porque me encontraba sola en medio de tanto, de nada. Felicidad porque sabía que sería feliz sin mi.
Y si, así transcurre la vida. Un día tenemos algo. Lo apreciamos, lo adoramos, lo amamos y al otro día lo perdemos.
Aquí se quedará lo que dejó. Esas sonrisas que crecieron como árboles. Un cariño como ningún otro. Único. Una experiencia y una fe propia. Se queda el recuerdo que es lo que más conservo. que aunque me cause daño es lo mejor que tengo de lo que mejor he dado en  mi vida.
Yo estaré bien. Siempre me regenero. Con heridas y cicatrices que me recuerdan que errores no puedo cometer de nuevo. Pero siendo una nueva persona.
Ahora solo espero que la tranquilidad me invada. que no me tiemblen las piernas cuando camine hacia adelante. Que en medio de la nada encuentre una luz que me de rienda suelta a las sonrisas de nuevo.
Ahora solo espero que la suerte de colores me acompañe.

https://www.youtube.com/watch?v=IzF32qOm9LQ

jueves, 7 de agosto de 2014

La rutina del recuerdo

Traté de evitar esto mucho tiempo pero cada vez se adhiere más al rincón de mi conciencia. Allí donde guardo todo lo que me dejaste. Y sabes que a veces necesito escribir porque todo se me queda pegado al alma y que solo se despega cuando lloro o cuando escribo. Y llorar no sirvió, así que esto es para ti pero más que nada es para mí.

Ha pasado ya bastante tiempo desde aquel día. (día que aún no puedo entender. Fue extraño, frío, monocromático y torpe. Día decisivo. Día al fin y al cabo) y aunque he escuchado canciones que parlotean cosas como: "dicen que el tiempo es el mejor remedio para olvidar" o "dicen que el tiempo es el mejor remedio para curar este dolor que llevo a flor de piel" y otras tantas... yo no sé si a mi fue que el tiempo pasa a mi lado y  no me ve o es que soy repelente del efecto del tiempo o yo que sé. Pero su magia aún no me toca y es que cada día te extraño más.
No, aun nada se me cura. Tu ausencia, tu calor, tu cuerpo, tus ojos, tus labios, tus manos... Cada parte que me dejó cicatriz no se cura. Ahí sigue como herida de cortada con hoja de papel que dura semanas sin que uno la vea pero que arde hasta con el soplar del viento. Así me quedaron tus marcas.
Sí, es muy cliché y todo lo que quieras pero ya te dije. Eso solo que necesito arrancarme todo de aquí adentro.
Ya he pasado por todas las etapas. La de la negación, la de la ira, la de la comprensión, la de la depresión y la aceptación. He pasado desde el amor al odio y he pensado en locuras también...
He hablado de ti y de lo que vivimos hasta que me quedo dormida. He vuelto a ver series que veíamos, jugar lo que jugábamos, comer lo que comíamos y demás. Todo es una gran pendejada, lo sé. Es la tusa. Y todo ya lo superé. Pero lo que no supero y aún me cuesta... es recordar sin que me duela.
No sabes como ha sido esta tortura mental y emocional. Y es que me llega como un riflazo por la espalda en media batalla de boyacá: de la nada y sin pensar. Y sucede así: Estoy yo en un día cualquiera. Haciendo algo cualquiera. De repente siento un frío que empieza en el dedo gordito del pie izquierdo y sube hasta el estómago mientras el retrasado dedo gordito del pie derecho se enfría también. Siento un vacío pero del que sentí cuando fui a hacer parapente y luego como de la nada ese frío se aloja en mis pulmones, los congela y quedo sin respiración por 1 segundo. Luego el frío se derrite en mis ojos y ahí sale la lágrima.
Siempre es la misma rutina del recuerdo.
Pero ahí no culmina. Luego es peor. Es como un efecto dominó. Es como si ese recuerdo viniera en escursión por mi cuerpo y trae de una soga a 30 metros otro recuerdo. Porque al minuto viene otro y otro y otro y se forma una represa de frío a punto de descongelarse en mis ojos. Hasta que me pongo una bolsita caliente de agua en el alma.
Y es que yo no se tú, pero a mi me ha dado duro. Hay épocas en las que no vienen fríos desde la lejanía de los pies y pienso que todo está marchando bien. Que las terapias mandálicas han funcionado. Que el té verde en las noches hace efecto. Que sonreír así no tenga por qué si da resultado. Pero no falta el dia con número especial (4, 21, o lo que sea) que esté cargado de fríos inhumanos queriendo volverme la vida helada.
Pero te cuento que me he comprado unas babuchas ultratérmicas como última solución a los fríos que me traviesan la vida queriéndome congelar en algún recuerdo tuyo. Pero no te afanes, ni preocupes. Ellos no sufren cuando acaban, se regeneran y a pesar de todo lo que me enferman... te mantienen vivo desde la punta de mis pies hasta la fibra más pequeña del sentimiento. Puedes estar seguro que aquí no está permitido el paso al olvido.


domingo, 5 de enero de 2014

Carta a una amiga

Sé que hace mucho no escribo y sé que he fallado en algo -o en casi todo-, pero déjeme reivindicarme. Mire que aún no he perdido el instinto, ni la naturaleza tan humana de razonar, leer y escribir que es lo único que me mantiene viva en este circo de fenómenos que no saben vivir. Aún me suenan las canciones a baile y risa, aún el deseo de volar con estas piernas tan popochas y estos brazos tan... bueno, tan pobres de huesos y plumas. Aún sé reír y he creído que empiezo a aprender a amar.

Mi querida:
Se ha dado cuenta usted que ya nada es lo mismo? Ha podido percatarse que el aíre ya no huele a destellos de masas y revueltas fervorosas con aíres de victorias lejanas? Pudo percibir que su voz y la forma de sus zapatos cambió y que yo ya no me veo en los sitios de costumbre donde solía encontrarme con los libros rojos bajo el brazo con una sonrisa en la cara?
Me he preguntado varias veces si madurar es dejar de apasionarse. Por ejemplo dese cuenta las veces que gritamos con tanta fuerza y aíre las mismas frases en la calle. Acuérdese querida mía con las ganas y la fe con qué lo hacíamos. Que pasión me recorre el pecho. Y ahora? son gritos sordos, testarudos y hasta incípidos a nuestros oídos. Claro que lo digo por mi, pero en usted, en usted me he dado cuenta que suelta una cierta risa conspiradora y burlona. Así como cuando uno se burla con malicia porque se da cuenta que hay una gran estupidez. Sí, lo he visto, no en sus labios, sino en su mirada.
Le decía. Dejar de apasionarse. Dígame si su oficio lo hace con tanto fervor con que hace unos años lo soñaba. Pregúntese si los zapatos que lleva puestos le han dado las esperanzas. Es claro que gusto sí hay, pero la seriedad nos ha carcomido las entrañas de los sueños.
Le confieso que a veces me gusta la inmaduréz. Pensar que aquellas utopías son sueños que se logran con leer algunos libros, pintar carteles y resistir. Me gusta la inmadurez cuando me permite soñar con un "cuando sea grande". Me gusta la inmadurez cuando me deja escribirle cartas como esta sin tapujos y con recuerdos y es que le digo todo esto porque la madurez nos ha llevado a vernos como abogada e historiadora a saludarnos de vez en cuando, a dar un abrazo sin sorpresa, a ser simples compañeras que se encuentran un día bajo una sombrilla y un sol.
Pero sabe? debo decirle que hay algo que no ha cambiado. Son estas cosquillas que me despiertan las manos cada vez que "inmaduramente" leo sus palabras. Es este inmaduro anhelo de creer que al escribirnos vamos descubriendo nuestras vidas aunque "maduramente" solo haya un saludo de amistad. Algo no ha cambiado... Este apacible y espontáneo intercambio de letras inesperado que para ambas producen musas, obviamente inmaduras cómo ambas.

Con cariño
Su amiga que se la carcome el tiempo con la madurez