jueves, 7 de agosto de 2014

La rutina del recuerdo

Traté de evitar esto mucho tiempo pero cada vez se adhiere más al rincón de mi conciencia. Allí donde guardo todo lo que me dejaste. Y sabes que a veces necesito escribir porque todo se me queda pegado al alma y que solo se despega cuando lloro o cuando escribo. Y llorar no sirvió, así que esto es para ti pero más que nada es para mí.

Ha pasado ya bastante tiempo desde aquel día. (día que aún no puedo entender. Fue extraño, frío, monocromático y torpe. Día decisivo. Día al fin y al cabo) y aunque he escuchado canciones que parlotean cosas como: "dicen que el tiempo es el mejor remedio para olvidar" o "dicen que el tiempo es el mejor remedio para curar este dolor que llevo a flor de piel" y otras tantas... yo no sé si a mi fue que el tiempo pasa a mi lado y  no me ve o es que soy repelente del efecto del tiempo o yo que sé. Pero su magia aún no me toca y es que cada día te extraño más.
No, aun nada se me cura. Tu ausencia, tu calor, tu cuerpo, tus ojos, tus labios, tus manos... Cada parte que me dejó cicatriz no se cura. Ahí sigue como herida de cortada con hoja de papel que dura semanas sin que uno la vea pero que arde hasta con el soplar del viento. Así me quedaron tus marcas.
Sí, es muy cliché y todo lo que quieras pero ya te dije. Eso solo que necesito arrancarme todo de aquí adentro.
Ya he pasado por todas las etapas. La de la negación, la de la ira, la de la comprensión, la de la depresión y la aceptación. He pasado desde el amor al odio y he pensado en locuras también...
He hablado de ti y de lo que vivimos hasta que me quedo dormida. He vuelto a ver series que veíamos, jugar lo que jugábamos, comer lo que comíamos y demás. Todo es una gran pendejada, lo sé. Es la tusa. Y todo ya lo superé. Pero lo que no supero y aún me cuesta... es recordar sin que me duela.
No sabes como ha sido esta tortura mental y emocional. Y es que me llega como un riflazo por la espalda en media batalla de boyacá: de la nada y sin pensar. Y sucede así: Estoy yo en un día cualquiera. Haciendo algo cualquiera. De repente siento un frío que empieza en el dedo gordito del pie izquierdo y sube hasta el estómago mientras el retrasado dedo gordito del pie derecho se enfría también. Siento un vacío pero del que sentí cuando fui a hacer parapente y luego como de la nada ese frío se aloja en mis pulmones, los congela y quedo sin respiración por 1 segundo. Luego el frío se derrite en mis ojos y ahí sale la lágrima.
Siempre es la misma rutina del recuerdo.
Pero ahí no culmina. Luego es peor. Es como un efecto dominó. Es como si ese recuerdo viniera en escursión por mi cuerpo y trae de una soga a 30 metros otro recuerdo. Porque al minuto viene otro y otro y otro y se forma una represa de frío a punto de descongelarse en mis ojos. Hasta que me pongo una bolsita caliente de agua en el alma.
Y es que yo no se tú, pero a mi me ha dado duro. Hay épocas en las que no vienen fríos desde la lejanía de los pies y pienso que todo está marchando bien. Que las terapias mandálicas han funcionado. Que el té verde en las noches hace efecto. Que sonreír así no tenga por qué si da resultado. Pero no falta el dia con número especial (4, 21, o lo que sea) que esté cargado de fríos inhumanos queriendo volverme la vida helada.
Pero te cuento que me he comprado unas babuchas ultratérmicas como última solución a los fríos que me traviesan la vida queriéndome congelar en algún recuerdo tuyo. Pero no te afanes, ni preocupes. Ellos no sufren cuando acaban, se regeneran y a pesar de todo lo que me enferman... te mantienen vivo desde la punta de mis pies hasta la fibra más pequeña del sentimiento. Puedes estar seguro que aquí no está permitido el paso al olvido.


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Opina, critica, comenta, pregunta, cuestiona...REACCIONA