De la orilla izquierda de tus labios tomo rumbo a las costas donde habita la caracola de tu mar. Planto mis susurros y más íntimos secretos mientras te conviertes en olas desde los párpados hasta los lunares de tus pies.
Navego por las lineas secretas de tu espalda, doy giros hasta encallar en tu ombligo. A pie recorro cada linea de tu vientre bajo, como dunas, suaves y uniformes. A lo lejos diviso las cordilleras donde perdí mi mapa, mi destino, mi pudor.
Me pongo en el papel de un aventurero y me aferro a tu suelo, blanco y terso.
Con sutileza bajo por el monte de Venus hasta creerme Adonis y el colonizador de esas tierras. Un anacronismo erótico y banal.
Me profundizo en tus lagunas. Busco el tesoro escondido pero hallo mi letargo, mi recóndito escondite, entonces me considero tu tesoro más fiel y más hermoso.
De la nada sumerjo en voces, en ciclos de respiraciones. Sumerjo renacido, extasiado.
Tu vaivén de tierra, tus movimientos de seducción consternan mis sentidos. Tus valles, sabanas y cauces de ríos se confunden con los míos.
Tus grietas y tus parcelas, tus colores de amaneceres y esos olores de atardeceres, a campo, dulce y cacao. Tus raíces enredadas en mis manos y tu alma sujeta a los prados.Tu geografía sensual donde yo habito, de donde nacen tus suspiros y donde tu pones tus gemidos en mis respiros.
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