Su sonrisa, ese reflejo de su ser, esa ventana de su vida, me llevaba a otro mundo completamente diferente, un mundo que apenas conocía.
El calor de su cuerpo que me transportaba, en un cálido abrazo,a un camino que solo, con un poco de torpeza, cruzabamos los dos.
Mi intrépida ternura salió a flote sin pedirme permiso. Era tan yo, era un alma desnuda en frente de su mirada, de su alma.
Sus manos que con timidez, con agilidad y misterio agarraban mi mano con tanta suavidad, como si creyera que me fuera a quebrar, y sí, me quebró, en miles de sonrisas. Y sus manos me protegían, se aferraban a mi piel, bailaban en mi espalda.
Su besos en la frente que me marcaban cada minuto de goce que me hacía estremecer, esos besos que me dicen "no tengas miedo" pero que me hacen pensar en lo que vendrá, en ese cariño que asusta porque es un caudal de agua no tan mansa, desbordante de emociones.
Ese abrazo que me atraía a su cuerpo, a su vientre, a su deseo, que me envolvía y me arrullaba, que me estremecía y me acogía como si fuéramos encajáramos a la perfección, cuales piezas de un rompecabezas.
Esa esquina izquierda de su boca que es pecado, dulce pecado, que me seduce, que me cura.
Su voz tan sutil que libera palabras melódicas que suspiran y me elevan.
Sus labios! Sí, sus labios. Tan imaginables, tan inalcanzables, tan voraces y fugaces. Tan valientes. Frescos, lizos, repletos de ansias, calientes... sus labios!
Su cariño! Tan tactil, gustativo, olfátivo, visible, escuchable.
Un amor perdido entre sentidos que no encuentra razones ni delirios.
Un momento, una sensación y ya explotaba mi cuerpo en un segundo, en un Mi, un Re, un dulce, en un entrañable "te quiero"
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