viernes, 12 de agosto de 2016

A esta edad

Ya no tengo la edad para sentarme a llorar como una niña y ahogarme entre lágrimas y aíre. Tampoco para irme a la cama y dormir plácidamente.
A esta edad las noches pasan como si el Sol se posara en mis pestañas en cada parpadeo.
A esta edad los pensamientos taladran, los recuerdos invaden, la nostalgia se empodera. Los sueños ya no son de paisajes donde el agua es clara, son sueños que no dejan dormir, sueños que hasta de día imagino y anhelo.
A estas alturas de la vida me desvelan los miedos, las angustias. Las pesadillas son como reflejos de la realidad que se convierten en evidencia.
Los días no son un juego, son un reto.
Las pasiones no liberan, aprietan.
El llanto es común, Me sorprende a mitad de la madrugada, mientras miro por la ventana, caminando en medio de la multitud. De repente se me atraviesa un soplo en el alma y las lágrimas conducen un viaje por las mejillas.
Las ganas de huir son constantes.
La valentía se acobarda,
Las sonrisas están cansadas.
Las esperanzas... mueren y renacen y vuelven a morir.
La música es una banda sonora de cada momento que exorciza.
Aunque ya no tenga la edad de creer en monstruos que viven debajo de la cama tengo la sensación de que cada sentimiento se convierte en uno.
Ya no creo en las palabras y sí un poco más en los hechos.
Aún, con estos años que he transcurrido, y cada vez peor, me vuelvo más sentimental.
Mi mayoría de edad no la ha asumido la razón.
A esta edad ya no existen las muñecas, pero le tengo un miedo atroz a esas que reencarnan en mujeres.
La confianza en mi, en todo, se ha ido dejándome vivir en extensiones de la experiencia.
A esta edad ya no creo en cuentos de hadas, pero en las noches es lo único que me calma.
Luego de crecer el amor ya no es como lo pintaba.
Ya no tengo edad para soportar mis berrinches ni mis caprichos.
He matado y reafirmado con palabras ideas de dolor. He dicho lo que me nace y he callado lo que me atormenta.
Ya no sé qué será la madurez a esta edad.
Pero aunque ya no tenga la conciencia para todo esto, en noches como hoy sólo espero tumbarme debajo de las cobijas y sentir la tranquilidad que me invadía cuando no había vivido todo esto a esta edad.

sábado, 18 de junio de 2016

De 5 a 7 minutos para depurar el aire

Se toma un cigarrillo, no importa la marca, se enciende y se procede...
Bastan de 5 a 7 minutos para depurar el tiempo, el aíre, recuerdos y sensaciones.
Hay depuraciones temporales. De esas en las que se espera, algo o a alguien, en la mitad de un parque, en la acera, en la casa, en la vida, y se mata el tiempo con ceniza. De repente ya son 5 o 7 minutos menos, un tic tac que ya se fue en humo.
Hay depuraciones de aíre. Basta con tomar un suspiro ligero, adentrarlo profundamente, hasta que duelan los pulmones expandidos, saber que están ahí y funcionan, hacerlos vivos por 5 o 7 minutos en un ir y venir de la respiración, En ese entonces se piensa, se medita, se observa y se oye la vida, la vida que pasa entre el humo que revolotea con el aíre, como una imagen que se distorsiona con un hilo blanco. Un momento pasa.
También hay depuraciones de recuerdos y sensaciones en 5 o 7 minutos. Y estas depuraciones, por lo general, acompañan a las depuraciones de aíre, pues la mente se adhiere a los suspiros, entonces, se enciende un cigarrillo y una bocanada de aíre entra mientras un recuerdo acompaña la ruta del humo por dentro, se viaja al momento que se encapsula en memoria y llega al pecho, se expande. A veces la sonrisa aparece, a veces la melancolía también se une, y luego se suelta el recuerdo quemado. Ese pequeño recuerdo puede ser el mismo que viaja una y otra vez durante 5 o 7 minutos, hasta que se asfixia. Pero otras veces ese recuerdo lleva a otro y son de a 5 o 7 recuerdos, 5 o 7 bocanadas que repasan el tiempo, el aíre y las sensaciones.
Al final se ha depurado el alma llena de nicotina