(Antes que nada debo aclarar que esto fue escrito hace ya exactamente 4 meses pero que resultó ser un escrito premonitorio. Porque justo fue un martes y justo el viento me golpeó en la cara un martes así pero hace dos semanas. Ahora es 6/4/14 y esto es lo que siento)
Era despistada. Dejaba las llaves dentro de la nevera; le echaba azúcar a los huevos revueltos; se ponía una media de una y otra de otra; nunca se daba cuenta de la brisa que entraba por la ventana, nunca le hacía sentir frío. Pero un martes en la tarde esa brisa le arrebató la sonrisa del alma. Siempre usaba un saco azul que había secuestrado desde hacía algún tiempo a su novio. Dormía con él, hacía ejercicio con él, pintaba, cantaba, se reí y todo con su saco azul. Pero ese martes sintió frío de verdad, un frío que va más allá de la brisa de la ventana, del que abre un espacio entre los huesos. Ese frío era del alma.
Era despistada. Dejaba las llaves dentro de la nevera; le echaba azúcar a los huevos revueltos; se ponía una media de una y otra de otra; nunca se daba cuenta de la brisa que entraba por la ventana, nunca le hacía sentir frío. Pero un martes en la tarde esa brisa le arrebató la sonrisa del alma. Siempre usaba un saco azul que había secuestrado desde hacía algún tiempo a su novio. Dormía con él, hacía ejercicio con él, pintaba, cantaba, se reí y todo con su saco azul. Pero ese martes sintió frío de verdad, un frío que va más allá de la brisa de la ventana, del que abre un espacio entre los huesos. Ese frío era del alma.
Sin saber porqué continuó pintándose las uñas, tomando café, ese martes de brisas.Corría de la cocina a la sala y de la sala al baño y fue ahí, cuando corrió ligero desde la sala a su habitación, que por un momento su cuerpo se quedó estático, impávido y es que sus pies chocaron con el cuerpo inerte del anhelo, el desolado calor de aquel saco azul que se hallaba en el piso. Sintió más frío por haber chocado sus pies contra aquel recuerdo que ya no le traía anhelos. Se le subió un frío desde los pies hasta la conciencia y pensó que tanto frío infame se debía a que, sin darse cuenta, algo adentro, muy adentro, algo que le palpitaba, se le moría, se le congelaba...